sábado, 2 de septiembre de 2017

PIULAS, BOMBETAS Y TRUENOS

“Entonces un trozo de madera era un tesoro, y con una mesa vieja ya éramos ricos, por las calles y las plazas íbamos de casa en casa, para hacerlo quemar todo esa noche de San Juan…”
Por San Juan/ Joan Manuel Serrat

PIULAS, BOMBETAS Y TRUENOS

Nadie ha sabido describir mejor que Joan Manuel Serrat, con estas palabras sencillas y tiernas, la noche de San Juan. Siempre siento un escalofrío cuando escucho esta canción. Yo era un niño de barrio de La Plana de Esplugues de Llobregat. Mi universo eran las calles y los amigos de infancia de ese barrio de gente humilde y trabajadora. La noche de San Juan era diferente de todas las otras noches. Íbamos de casa en casa, como dice el maestro, a buscar un trozo de madera para quemar. Para nosotros era un tesoro. Y para la gente que se desprendía de todo lo que estorbaba era una bendición divina nuestra presencia depredadora. Poco a poco, en mitad de un cruce, edificábamos nuestro sueño efímero. Sillas, cajas y mesas viejas eran nuestra ofrenda al Dios del fuego que lo devoraría todo con avidez cuando llegase la noche del solsticio. No sólo era el fuego el que presidía la noche mágica. También el ruido de los petardos formaba parte del paisaje sonoro de la noche. Recuerdo que mis padres me compraban mistos garibaldis, piulas i unas cajitas de cartón grises llenas de bombetas que reposaban en un lecho de serrín. Sólo los más mayores tenían derecho a hacer estallar los truenos, supuestamente porque eran más responsables y sensatos. Como los indios que veíamos en las películas del Oeste en el cine l’Avenç en sesión doble, danzábamos alrededor de aquella hoguera que poco a poco se consumía y se convertía en un círculo de ceniza. Mis padres y los padres de mis amigos sacaban las mesas a la calle y cenaban al aire libre, y compartían todo lo que tenían para ofrecer. Era una vida hecha a la medida humana, era la vida feliz, la vida en letras mayúsculas. Es curioso este ritual del fuego como elemento purificador en nuestro Mediterráneo. Necesitamos quemar el pasado y volver a edificar un presente nuevo y esplendoroso para sentirnos vivos. Ahora en mi barrio no hay hogueras ni niños que dancen alrededor del fuego, ni gente compartiendo lo que tienen en mesas al aire libre, ni el cine de sesión doble. Todo lo ha devorado el fuego del tiempo y la vida misma. Una lástima, un error mayúsculo.


(Joan Isaac, Junio 2017)

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