sábado, 2 de septiembre de 2017

PESCADORES DE PLAYA

Admiro la paciencia y la meticulosidad de los pescadores de playa. Llegan cuando los atardeceres se apropian del mundo. A esas horas el mar se calma y el cielo se colorea como por hechizo. Parece que el mar los espere para conversar con ellos en silencio. Plantan sus cañas en la arena, aún caliente, a ras de las últimas olas que llegan exhaustas a la playa. Preparan los aparejos delicadamente, saben que la precisión es un secreto importante para engañar a algún pez hambriento y perdido. Extraen de sus cajitas los anzuelos traidores donde pondrán los cebos más atrayentes. Juegan con el engaño. Saben perfectamente los gustos más sibaritas de cada especie. En un ejercicio armónico arquean acompasadamente su cuerpo para lanzar a la distancia justa sus cañas sutiles y resistentes. El ruido delicado y penetrante del hilo de pescar liberado del carrete es el inicio de la espera, de una larga e incierta espera. Se sientan en sillas de playa y esperan aquella vibración imperceptible que sólo ellos saben distinguir de las otras allí donde acaba la caña y comienza el hilo. Los pescadores de playa están frente al mar y se pasan las horas mirando el cielo. Siempre miran el cielo.


(Joan Isaac, Mayo 2017)

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