Cuando
miro el mar y su infinitud, una sensación contradictoria se apodera de mí.
Decía Leopardi que la inmensidad del mar es la excusa perfecta para salir de
uno mismo y naufragar dulcemente en sus profundidades. Pero yo, curiosamente,
cada vez que estoy frente al mar me ahogo inexorablemente en mí. Y pienso en mi
vida y en mi muerte, y recorro con la mirada el horizonte como la última
frontera posible. Me siento solo e ínfimo como si fuera el único habitante del
planeta. Pero en el otro lado del horizonte siempre hay alguien que mira el
mar, como yo, y piensa lo mismo y me hace compañía.
(Joan
Isaac, Mayo 2017)
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