Me
he pasado la vida buscando el reconocimiento de los demás. Este oficio de
artista es en el fondo un ejercicio complejo de egoísmo profundo. Nadie tiene
la obligación de reconocer el valor del acto creativo de un artista. A
emocionar no se aprende en las escuelas. En todo caso, en las escuelas de arte
se puede perfeccionar la técnica creativa. El verdadero valor de la creación es
la emoción que puede transmitir. Sin emoción no hay ni arte ni artista. En la
emoción radica el único sentido que tiene el arte. Ver deslizarse una lágrima
en los ojos de alguien mientras escucha una canción, mira un cuadro o lee un
libro. Ése es el éxito del artista. Sólo por eso vale la pena intentarlo
siempre de nuevo, a pesar de las noches de insomnio del artista que se siente
incomprendido. El sufrimiento es infinito, pero cuando es capaz de arrancar una
lágrima, de generar un escalofrío, de erizar la piel de un brazo anónimo, el
artista toca la gloria con los dedos. La efímera gloria que he sentido pocas veces.
Y ahora perdonad, debo dejaros, acabo de tener una idea: quererme más a mí
mismo, ese es el reto.
(Joan
Isaac, Mayo 2017)
No hay comentarios:
Publicar un comentario