No
hay cosa que más me repugne que la ostentación. Hay quién necesita a cualquier
precio exhibir delante de los demás lo que tienen y no lo que son. Supongo que
es un mecanismo psicológico de autodefensa que quiere provocar en los débiles
el atávico pecado capital de la envidia. En el fondo, la ostentación material
esconde una inmensa pobreza enmascarada. He conocido contadas personas que
hicieran ostentación de su riqueza intelectual. No suelen hacerlo aquellos que
han hecho de la cultura una fortuna incalculable, de la sensibilidad y del
saber su razón de vivir. Me gusta envidiar esta riqueza, me gusta aprender de
aquellos que son ricos por lo que son y saben, más que por lo que tienen. ¡Como
me hubiese gustado sentarme en el Ágora de Atenas y escuchar a los viejos
filósofos griegos, y aprender en silencio de sus palabras! Ellos ostentaban
pobreza, humildad y sabiduría infinita. Sólo existe una lista Forbes de los más
ricos. No hay ninguna lista de los más sabios y cultos. Yo propongo ésta:
Sócrates, Aristóteles, Leonardo Da Vici, Newton, Mozart, Vivaldi, Vincent Van
Gogh, Jacques Brel, Joan Salvat-Papasseit, Gandhi, Martin Luther King, el padre
Vicente Ferrer… ¡Cuánta riqueza, Dios mío!
(Joan
Isaac, Junio 2017)
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