sábado, 2 de septiembre de 2017

MI PADRE, YO Y EL FÚTBOL

El nexo más fuerte que me unió a mi padre fue, sin duda, el fútbol. Todos guardamos en la memoria imágenes de pequeños que se han quedado para siempre dentro de nosotros. Aunque lejanas, no son imágenes brumosas, sino bien claras y diáfanas, como si fueran recientes. Recuerdo perfectamente el día que mi padre me llevó a la inauguración del Camp Nou. Me llevaba a hombros y me sujetaba por las rodillas para que no cayera. Con mis pantalones cortos, yo veía el mundo como desde una atalaya, y me sentía el niño más feliz del mundo. Una riada de gente llenaba la avenida que unía la Diagonal con el Gol Norte del estadio. Una emoción inmensa me invadió al ver el campo, de un verde esplendoroso. Todo me parecía gigantesco e inalcanzable. Miles de palomas sobrevolaban el estadio, mientras se escuchaban las voces altisonantes de hombres con americanas blancas y cestos de paja que gritaban: “Al rico chupón caramelo...”, “Al rico frigolín helado...” Aquellos caramelos eran cilindros de colores. Cada color indicaba un gusto. Recuerdo que duraban todo el partido, eran deliciosos como la vida en aquellos instantes. Mi padre era un hombre serio, no acostumbraba a exteriorizar sus sentimientos, ni los buenos ni los malos. No era un hombre cariñoso, le costaba abrazar y besar. A mí sólo me abrazaba y me besaba en el campo del Barça. Eran unos abrazos intensos y unos besos ruidosos. Mi padre ya no está, pero recuerdo el último abrazo y me resuena todavía un “¡Gooool!” larguísimo que le salió del corazón. No sé contra quién jugábamos, padre, pero lo que sí sé es que nunca más nadie me ha abrazado como tú lo hacías...


(Joan Isaac, Mayo 2017)

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