sábado, 2 de septiembre de 2017

MATER AMATÍSSIMA

Llegará un día que te llamaré y no me responderás. Mis palabras se perderán en el vacío y en el silencio de nuestros espacios comunes y queridos. Una vez asumida la tragedia de tu partida, desde el fondo más profundo de mi memoria florecerán de nuevo los recuerdos luminosos y oscuros de mi tránsito vital. Acostado en tu cama, cerraré los ojos y me veré dando volteretas dentro de tu vientre joven, envuelto en un líquido cálido y amable, y daré señales de vida desde dentro de tus entrañas con el latir de mi corazón pequeño. Después me veré aferrándome a tus pezones y chupando mi alimento dulce y sabroso como un néctar divino. Y pasarán ante mis ojos cerrados, las mágicas noches de Reyes, cuando me ponías en la cama para calmar mi inquietud, y las vacaciones de verano, los baños en Castelldefels y las noches de San Juan. Y aquellas canicas de vidrio maravillosas que me comprabas para jugar con mis amigos del barrio. Sin ti nunca habría hecho sonar la campanilla de aquel coche de bomberos de las ferias, mientras saboreaba aquella manzana recubierta de caramelo que tanto me gustaba. Sin ti nunca habría notado en el estómago las mariposas del primer enamoramiento, ni habría conocido la infinita emoción ante un cuerpo desnudo cerca de mí, ni habría sido torpe por la inexperiencia preciosa del adolescente. Sin ti no tendría amigos, ni hijas ni historia. Sin ti no habría descubierto la rebeldía ante a la injusticia, ni habría leído jamás un libro, ni habría visto la Conquista del Oeste en el Cinerama del Paralelo aquel domingo por la tarde. Tampoco habría sentido el inmenso placer del primer sorbo de cerveza helada cuando se está sediento. Sin ti no habría descubierto la música, que lo llena todo. Ni sabría del mar ni de los desiertos, ni habría sentido un colapso emocional ante las Pirámides de Egipto o del Machu Pichu. Tampoco habría paseado por las salas del Museo Jeu de Paume de París, con los ojos llenos de lágrimas, rodeado de tanta belleza. Y tantas y tantas cosas, madre, que nunca podré agradecerte aunque viviera cien vidas. Siento tus gritos de dolor mientras mi pequeño cuerpo avanza hacia la luz de la vida y yo hago lo posible por no hacerte sufrir. Aguanta, madre, todo irá rápido. ¡Quiero nacer otra vez!


(Joan Isaac, Agosto 2017)

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