Está
ampliamente demostrado que el metabolismo del cuerpo humano baja de intensidad
durante las horas de sueño. El sueño se podría definir como un tipo de coma
inducido por nuestro propio cuerpo, que nos proporciona descanso y relajación
después de la actividad física y psicológica de nuestro trajín diario. Hasta
aquí tenéis la explicación biológica de este mecanismo acción-reacción que es
la vigilia y el sueño. La noche es misteriosa y mágica a la vez. La ausencia de
luz nos invita a hacernos muchas preguntas sobre la existencia misma.
Observando, en una noche estrellada, la infinidad del Universo, nos damos
cuenta de nuestra insignificancia. Nos vemos como individuos perdidos en una de
las millones de galaxias y, por tanto, la proyección de nuestros problemas y de
nuestras angustias tendrían que reducirse a la mínima expresión ante el espectáculo
del Universo infinito. Curiosamente, sin embargo, ha sido siempre de noche
cuando me han asaltado las peores angustias y los sufrimientos más intensos.
Hay noches en que, a pesar del cansancio acumulado durante el día, nos es
imposible desconectar de nuestros problemas y sufrimientos. Esas noches
interminables amplifican de una manera terrible nuestras preocupaciones y las
hacen prácticamente irresolubles. Nada tiene solución y todo es trágicamente
insalvable. Aunque estemos acompañados, nos sentimos dolorosamente solos.
Nuestro cerebro proyecta un traveling
sin fin que puede llegar a torturarnos y acaba siempre fundiéndose en negro,
como una película de Alfred Hitchcock. Pero, oh milagro, con la primera luz del
día todo vuelve a tener soluciones, todo es menos grave y nada es insuperable.
Es el misterio de la luz y la oscuridad, de la inmensidad y la insignificancia.
Alguien definió estas noches como las “nits del lloro”. No sé bien por qué,
pero ya me entendéis...
*
“Nit
del lloro” (noche del loro): es una frase hecha que significa pasar una mala
noche, en castellano la frase más aproximada sería: “Noche en vela”.
(Joan
Isaac, Agosto 2017)
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