miércoles, 6 de diciembre de 2017

PREGÓN, FIESTA MAYOR IZQUIERDA DEL ENSANCHE, CÁRCEL MODELO. 29/09/2017

El azar de la vida me ha ligado indefectiblemente a este lugar. Estas paredes, estas celdas, han sido testigo de vidas truncadas, de un sufrimiento infinito. ¿Son necesarias las cárceles? Esta es una pregunta que me he hecho a menudo y aún no he encontrado la respuesta. Curiosamente, en las sociedades europeas más avanzadas, como Holanda y Suecia, las cárceles están vacías por falta de presos. En esas sociedades democráticas, gracias a las políticas de equilibrio social y a la continua inversión en el bienestar de su población, se ha conseguido que la delincuencia haya caído a unos niveles casi residuales.
Creo que la Cultura es fundamental en la construcción de una sociedad libre de cárceles. El acceso libre a la cultura es la mejor arma que tenemos los humanos para acabar con las desigualdades sociales y económicas en este mundo feo y sucio que algunos iluminados nos quieren imponer. Como dice mi amigo Pere Camps, “Sin cultura, ganan ellos…”. ELLOS, los que quieren imponer una sociedad encarcelada y represaliada, los que niegan la libertad de expresión, los que con la prepotencia del poder niegan a los pueblos la capacidad de decidir libremente su futuro, son los verdaderos culpables de las tragedias que se han vivido entre estas paredes. “A galopar, a galopar hasta enterrarlos en el mar…”, cantaba y todavía canta Paco Ibáñez. Enterrémoslos, sí, pero con una sonrisa en los labios, con un libro y un clavel entre las manos. No creiem en les pistoles (No creemos en las pistolas). Nuestros hijos y nuestros nietos serán los beneficiarios de nuestra lucha “sorda i constant” (sorda y constante) por la libertad y la cultura, para que puedan vivir en una sociedad más justa y digna, y no los podemos decepcionar. Como tampoco podemos decepcionar la memoria de tantos y tantos presos políticos que pisaron esta cárcel, torturados y condenados a muerte por el franquismo por defender la libertad, y por amar una lengua y una cultura menospreciada y pisoteada, como continúa siéndolo aún por los herederos del dictador.
Debemos echarlos definitivamente de nuestras vidas, desde los pequeños talleres, desde la Universidad, desde quienes trabajamos por la cultura, desde el feminismo, desde las asociaciones de vecinos. Nadie sobra en esta lucha, creedme.
Te propongo, alcaldesa, que hagas de este espacio un santuario de la cultura, un lugar donde las generaciones que han de venir no olviden nunca lo que fue y lo que pasó aquí dentro, pero también un oasis de libertad, de cultura, de libros, de música, de teatro, de cine. En definitiva, construyamos aquí un arsenal inmenso de la única arma de destrucción masiva capaz de destruir la intolerancia, la xenofobia, la homofobia y la demofobia. Construyamos cultura.
De aquí a 48 horas iré a votar aquí en mi barrio, y votaré “perquè vull, perquè tinc ganes de votar” (porque quiero, porque tengo ganas de votar), como diría Ovidi. Y también votaré por mis hijas, por mis padres, por mi abuelo Isaac, que atravesó los Pirineos para acabar en las playas de Argelers. Y también por un amigo mío de Teruel que quiere votar que No, también por él. Pero antes de la transformación de este espacio dejadme ir a la celda 443 de la sexta galería, para leerle este texto al alma de un compañero:

“Cómo me hubiese gustado pasar la última noche contigo en esta celda angustiosa y estrecha que ahora piso, y hablar de la vida y de la muerte y de los sueños conseguidos y de los que te quedaban por cumplir. Jugar contigo la última partida de ajedrez y dejarme ganar sabiéndome ganador, y vaciar juntos aquella última botella de vino de dudosa calidad. Arrancarte una sonrisa con algún chiste malo y abrazarte el alma entre estas cuatro paredes llenas de escritos y calendarios con los días tachados. Y al final, cuando se aproximara la hora, invocar un hechizo de un libro secreto y ancestral para convertirte en un pájaro blanco y verte salir volando por la ventana, seguir tu vuelo con la mirada mientras te pierdes Entença abajo. ¡Cómo me hubiese gustado, Salvador…!


JOAN ISAAC

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