Sabes
madre, ayer el Padre (…) después del recreo me dijo que quería verme en su despacho.
Después del partido de fútbol, dónde por cierto ganamos a los chulos de la otra
clase, yo estaba muy sudado, fui a los lavabos y me lave la cara y peiné para
ir limpio y pulcro a su despacho. Mientras subía las escaleras, estaba
preocupado porque no sabía para qué quería verme. Las notas eran muy buenas
durante el curso, y que yo supiera no me había peleado con ningún compañero, ni
había hecho ninguna travesura. Me abroché la bata hasta el botón del cuello,
llamé a la puerta de su despacho y me abrió sonriente. Pasa, pasa Joan te
esperaba…
Nunca
había entrado en aquel despacho, era oscuro, lleno de muebles antiguos, y sólo
una pequeña luz encima de la mesa iluminaba el ambiente. El Padre (…) encendió
un cigarrillo y me dijo que me sentase en una silla frente a él, hacía frío y
escuchaba llover tras la ventana, con la persiana bajada casi del todo. De
pronto se levantó y comenzó a dar vueltas a mi alrededor, fumaba mucho y el
humo era como una niebla espesa que me molestaba en los ojos. Me preguntó si
sabía por qué estaba allí, y yo le dije que no, y de pronto tuve miedo, madre…
Me dijo que no me asustara, que simplemente quería preguntarme si ya conocía
todos los rincones de mi cuerpo y si me había tocado. Sentí mucha vergüenza y
mucho miedo al mismo tiempo, y yo sólo pensaba en ti, madre, y tenía ganas de
salir de aquel lugar y abrazarte. Me habló de Dios, del pecado y de muchas
cosas que no entendía. Se acercó a mí, y me dijo que tenía el cabello muy suave
y me acarició la cabeza y la cara, y yo sólo pensaba en ti, madre…
Después
comenzó a tocarme el cuello y las orejas, mientras seguía hablándome de Dios y
el pecado, y yo sólo pensaba en ti, madre… Le dije que llegaría tarde a clase y
que quería ir con los compañeros, y el me respondió que no me preocupase porque
ya había hablado con el profesor. Me pidió que me sentase en su falda y yo sólo
pensaba en ti, madre… Mientras me hablaba de una cosa que se llama algo así
como pureza o castidad, comenzó a sudar mucho y me dio un beso en los labios y
me hablaba del amor de Dios, y yo tenía miedo, madre, y yo le decía “no me
toque”, “no me toque…”, mientras lloraba. Y yo le decía “no me toque…”, “no me
toque…”, “no me toque…”, mientras lloraba.
Escuelas
Pías de Balmes años sesenta, Barcelona.
(Joan
Isaac, Abril 2014)
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