sábado, 2 de septiembre de 2017

CARTA A MI MADRE, CUARENTA Y CINCO AÑOS DESPUÉS…

Sabes madre, ayer el Padre (…) después del recreo me dijo que quería verme en su despacho. Después del partido de fútbol, dónde por cierto ganamos a los chulos de la otra clase, yo estaba muy sudado, fui a los lavabos y me lave la cara y peiné para ir limpio y pulcro a su despacho. Mientras subía las escaleras, estaba preocupado porque no sabía para qué quería verme. Las notas eran muy buenas durante el curso, y que yo supiera no me había peleado con ningún compañero, ni había hecho ninguna travesura. Me abroché la bata hasta el botón del cuello, llamé a la puerta de su despacho y me abrió sonriente. Pasa, pasa Joan te esperaba…

Nunca había entrado en aquel despacho, era oscuro, lleno de muebles antiguos, y sólo una pequeña luz encima de la mesa iluminaba el ambiente. El Padre (…) encendió un cigarrillo y me dijo que me sentase en una silla frente a él, hacía frío y escuchaba llover tras la ventana, con la persiana bajada casi del todo. De pronto se levantó y comenzó a dar vueltas a mi alrededor, fumaba mucho y el humo era como una niebla espesa que me molestaba en los ojos. Me preguntó si sabía por qué estaba allí, y yo le dije que no, y de pronto tuve miedo, madre… Me dijo que no me asustara, que simplemente quería preguntarme si ya conocía todos los rincones de mi cuerpo y si me había tocado. Sentí mucha vergüenza y mucho miedo al mismo tiempo, y yo sólo pensaba en ti, madre, y tenía ganas de salir de aquel lugar y abrazarte. Me habló de Dios, del pecado y de muchas cosas que no entendía. Se acercó a mí, y me dijo que tenía el cabello muy suave y me acarició la cabeza y la cara, y yo sólo pensaba en ti, madre…

Después comenzó a tocarme el cuello y las orejas, mientras seguía hablándome de Dios y el pecado, y yo sólo pensaba en ti, madre… Le dije que llegaría tarde a clase y que quería ir con los compañeros, y el me respondió que no me preocupase porque ya había hablado con el profesor. Me pidió que me sentase en su falda y yo sólo pensaba en ti, madre… Mientras me hablaba de una cosa que se llama algo así como pureza o castidad, comenzó a sudar mucho y me dio un beso en los labios y me hablaba del amor de Dios, y yo tenía miedo, madre, y yo le decía “no me toque”, “no me toque…”, mientras lloraba. Y yo le decía “no me toque…”, “no me toque…”, “no me toque…”, mientras lloraba.

Escuelas Pías de Balmes años sesenta, Barcelona.


(Joan Isaac, Abril 2014)

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