El
azar de la vida me ha ligado indefectiblemente a este lugar. Estas paredes,
estas celdas, han sido testigo de vidas truncadas, de un sufrimiento infinito.
¿Son necesarias las cárceles? Esta es una pregunta que me he hecho a menudo y
aún no he encontrado la respuesta. Curiosamente, en las sociedades europeas más
avanzadas, como Holanda y Suecia, las cárceles están vacías por falta de presos.
En esas sociedades democráticas, gracias a las políticas de equilibrio social y
a la continua inversión en el bienestar de su población, se ha conseguido que
la delincuencia haya caído a unos niveles casi residuales.
Creo
que la Cultura es fundamental en la construcción de una sociedad libre de
cárceles. El acceso libre a la cultura es la mejor arma que tenemos los humanos
para acabar con las desigualdades sociales y económicas en este mundo feo y
sucio que algunos iluminados nos quieren imponer. Como dice mi amigo Pere
Camps, “Sin cultura, ganan ellos…”. ELLOS, los que quieren imponer una
sociedad encarcelada y represaliada, los que niegan la libertad de expresión,
los que con la prepotencia del poder niegan a los pueblos la capacidad de
decidir libremente su futuro, son los verdaderos culpables de las tragedias que
se han vivido entre estas paredes. “A galopar, a galopar hasta enterrarlos en el
mar…”, cantaba y todavía canta Paco Ibáñez. Enterrémoslos, sí, pero con
una sonrisa en los labios, con un libro y un clavel entre las manos. “No creiem en les pistoles” (No creemos en las pistolas).
Nuestros hijos y nuestros nietos serán los beneficiarios de nuestra lucha “sorda
i constant” (sorda y constante) por la libertad y la cultura, para que
puedan vivir en una sociedad más justa y digna, y no los podemos decepcionar.
Como tampoco podemos decepcionar la memoria de tantos y tantos presos políticos
que pisaron esta cárcel, torturados y condenados a muerte por el franquismo por
defender la libertad, y por amar una lengua y una cultura menospreciada y pisoteada,
como continúa siéndolo aún por los herederos del dictador.
Debemos
echarlos definitivamente de nuestras vidas, desde los pequeños talleres, desde
la Universidad, desde quienes trabajamos por la cultura, desde el feminismo,
desde las asociaciones de vecinos. Nadie sobra en esta lucha, creedme.
Te
propongo, alcaldesa, que hagas de este espacio un santuario de la cultura, un
lugar donde las generaciones que han de venir no olviden nunca lo que fue y lo
que pasó aquí dentro, pero también un oasis de libertad, de cultura, de libros,
de música, de teatro, de cine. En definitiva, construyamos aquí
un arsenal inmenso de la única arma de destrucción masiva capaz de destruir la
intolerancia, la xenofobia, la homofobia y la demofobia. Construyamos cultura.
De
aquí a 48 horas iré a votar aquí en mi barrio, y votaré “perquè vull, perquè tinc ganes de votar” (porque
quiero, porque tengo ganas de votar), como diría Ovidi. Y
también votaré por mis hijas, por mis padres, por mi abuelo Isaac, que atravesó
los Pirineos para acabar en las playas de Argelers. Y también por un amigo mío
de Teruel que quiere votar que No, también por él. Pero antes de la
transformación de este espacio dejadme ir a la celda 443 de la sexta galería,
para leerle este texto al alma de un compañero:
“Cómo me hubiese gustado
pasar la última noche contigo en esta celda angustiosa y estrecha que ahora
piso, y hablar de la vida y de la muerte y de los sueños conseguidos y de los
que te quedaban por cumplir. Jugar contigo la última partida de ajedrez y
dejarme ganar sabiéndome ganador, y vaciar juntos aquella última botella de
vino de dudosa calidad. Arrancarte una sonrisa con algún chiste malo y
abrazarte el alma entre estas cuatro paredes llenas de escritos y calendarios
con los días tachados. Y al final, cuando se aproximara la hora, invocar un
hechizo de un libro secreto y ancestral para convertirte en un pájaro blanco y
verte salir volando por la ventana, seguir tu vuelo con la mirada mientras te pierdes
Entença abajo. ¡Cómo me hubiese gustado, Salvador…!”
JOAN
ISAAC
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